lunes, 26 de julio de 2010

El Dañocolateralismo


Si hay algo peor que tropezarse por causas ajenas a tu voluntad, es la cronología de un fracaso. Hoy no puedo ser optimista, lo siento, y mira que va en contra de mi modo de ser. Convertirse en mero espectador de los acontecimientos que nos suceden y no poder intervenir para que se resuelvan de una u otra forma en un tiempo razonable, es, de lejos, lo peor que nos puede pasar. Tengo el ánimo bajo aparte, por un hecho luctuoso que me ha ocurrido este fin de semana con un familiar de mi mujer, que aun enfatiza más mis sensaciones. Un trágico accidente de tráfico convierte, de un minuto a otro, tu vida en una postal difusa de la vida de alguien al que no reconoces. Tus sueños, metas, hijos, deseos, objetivos, pasan a un quinto plano de donde no se sabe si saldrán alguna vez.
Algo lejos de esto, por suerte, es lo que me acontece. Lo que pasa es que, como ya he comentado en alguna ocasión, somos seres sociales y empáticos. Dicho vulgarmente: “lo que te afecta me afecta”, y aunque tengo un índice de sociopatía importante, no termino de ver los acontecimientos que me rodean como una película que le está ocurriendo a otro, no a mí mismo. Y no es que roce, ni de lejos, lo que reza uno de los álbumes de El Último de Fila, titulado “Cuando el hambre entra por la puerta el amor salta por la ventana”, pero es una seria reflexión que en un individuo como yo, cercano a la mediana edad, convierte en real los fantasmas de otras realidades.
Por el hecho que comento, el de no poder controlar nuestro destino, en ser mera comparsa de decisiones que toman otros, uno se ve abocado a estos lodazales. Rousseau decía que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad le corrompe, y yo siento que es así. Esto me ha traído sinsabores a lo largo de mi vida truncando algunas amistades, pero no dejaban de ser en muchas ocasiones simples pataletas en gente pre y post adolescente. Cuando entra factores como la estabilidad personal, el futuro de un hijo, los sueños de una pareja y los trastornos de una familia, y el “dañocolateralismo” se convierte en el life motive de una vida, uno no se puede sentir de otra forma más que frustrado, enfadado, rabioso y… lo dejo ahí.
No porque ciertas situaciones delicadas vayan a cambiar una vida entera, que si no pasa nada, será larga y próspera. No porque nada tenga remedio, excepto lo que he comentado antes de este familiar. Todo se repone, y si no fijémonos en la Alemania post II Guerra Mundial. Hoy en día nadie duda de que sea el motor de la Unión Europea. Pero a uno siempre le queda la duda de que aun haciendo las cosas bien, respetando a los demás, siguiendo las normas y todo eso, si has de estar jodido lo estarás, y que impedirlo ni depende de ti ni es decisión tuya. Creo que es como para estar como he explicado. Y que conste que esa palabra que me he inventado, el “dañocolateralismo”, a pesar de causar estragos, es controlable y recuperables las pérdidas que genere. Pero joder, necesito dar un puñetazo en la mesa y decir lo que pienso, aunque sea en este blog personal que leen 4 gatos.
En fin, terminemos con una miaja de optimismo dando las gracias a esos gatos y a la bendita paciencia de la gente buena en realidad, véase mi familia, amigos y compañeros de trabajo. Vampirizar esas energías es lo único que ahora mismo me hace madrugar todas las mañanas.

viernes, 23 de julio de 2010

Una vez hubo un sueño...


Una vez hubo un sueño llamado Roma, sólo podías susurrarlo, a nada que levantaras la voz se desvanecía, tal era su fragilidad... y ahora temo que no sobreviva al invierno.

(Marco Aurelio y el General Máximo en "Gladiator" de Ridley Scott)

Creo que es apropiada esta cita para definir lo que siento. Aunque saliéndome un poco de la línea ortodoxa más bien se podría definir mi situación como que no está hecha la miel para la boca del asno. Que vivan los refranes populares y que duren.

Las realidades que vivimos conforman, en su mayoría, el muro de nuestra experiencia. El saber lidiar con los obstáculos del camino perfila aun más nuestra capacidad para asimilar cambios y abordar nuevos retos. Como humano que soy, no estoy exento de estas sensaciones, a pesar de que muchas de ellas hacen un daño que difícilmente se repara. Pero precisamente por ser humano, por mi condición, sé que soy capaz de levantarme una y otra vez, con más o menos ánimo, más o menos rico y más o menos motivado. Porque si muere algo hoy, nacerá algo mañana.

Lo difícil es tragarse este sapo, reconocer que de todos los caminos optas por uno y has de ser consecuente con él, y que lo voy a explorar y explotar de la mejor manera que sepa y sé. ¿Pero en qué situación me encuentro ahora? Pues en una batalla entre cabeza y corazón. Entre el dilema de quedarme besando la lona del suelo o levantarme y volver a embestir de nuevo. En ese trayecto se puede perder mucha energía, recursos y tiempo, pero se gana ilusión y posibilidades. Si clavo mi rodilla en el suelo y me incorporo con las fuerzas que me queden, es probable que vuelva a recibir otro puñetazo que me mande donde estaba, pero si no lo intento no lo sabré. Y no solo yo dependo de mi porque soy un ser social y como tal tengo mi pequeña comunidad que sufren y padecen mi situación como yo sufro las de los demás.

Por tanto, y a pesar de que como reza la cita, una vez hubo un sueño llamado Roma, la realidad toma el relevo y me invita a cruzar la siguiente puerta. ¿Qué hay detrás? Me muero de ganas por saberlo.



sábado, 10 de julio de 2010

Mis pelis

No puedo dormir y hay que hacer algo.
Estoy de inauguraciones. Me apetece comentar las películas y las series que voy viendo y empezaré por una de esta misma noche que ya había visto hace tiempo pero que no me acordaba de ella. Se llama The Jacket y me he currado una ficha sobre la que se puede pinchar y donde incluyo mi comentario. Iré mejorando el diseño poco a poco.

The Jacket:


Si la veis o la habéis visto contarme que os parece.

Y otra de ayer, simplemente alucinante.

The Man from Earth:


Abrazos para tod@s

domingo, 4 de julio de 2010

Mis Siete Pecados Capitales (Parte Primera): Lujuria


Se puede considerar muy arriesgado afrontar en un blog una serie epistolar sobre un tema tan controvertido como los siete pecados capitales que la tradición cristiana postuló hace tiempo para terror de sus fieles. Como soy un irreverente irredento en cuanto a tradiciones religiosas se refiere – que no se me ofenda nadie por favor – voy a tomar esta temática como punto de partida para una serie que, al menos, me sirva para liberar algo de prosa y, de paso, entretenerme.
¿Y por qué? Porque al igual que siempre digo que a este mundo le hacen falta más besos y menos balas, también digo que el ser humano necesita liberarse del velo protector, mezclado de hipocresía en ocasiones necesaria, que conforma la personalidad de cada cual. Porque si alguien está libre de los pecados capitales que tire la primera piedra. Y no porque haya hecho de ellos una especie de “way of life”, sino porque dentro de las millones de conexiones sinápticas del cerebro siempre hay un espacio para ellos, nos guste o no, lo queramos o no, lo neguemos o no.
Y vamos a hablar en plata de la lujuria, definida como el deseo de un exceso sexual desordenado e incontrolable. Si bien su raíz latina (luxus) significa abundancia o exuberancia y podría darnos una serie de interpretaciones muy distintas a las que se la ha dado históricamente. Pero no estoy aquí para hablar de exuberancias, que para eso ya hay revistas como FHM y otras. Lo que me motiva es la parte de esos impulsos eléctricos entre neuronas que nos lleva a dedicar más de un pensamiento incontrolado a este gran pecado, probablemente uno de los más controvertidos de la serie de siete. A nadie le da ningún reparo hablar abiertamente de la gula o de la pereza, son pecaditos capitales, pero amigos, la lujuria son palabras mayores.
Me planteo una reunión social estándar (y hablaré de las que he vivido) donde cada uno va contando una serie de historias sobre lo divino y lo humano, con mayor o menor intensidad, mayor o menor alegría, más o menos gracia, en fin, cualquiera de las reuniones sociales en las que hemos podido participar una noche de sábado alrededor de una mesa con un buen mojito en la mano o, en mi caso, con un whisky solo con dos hielos en una copa (a poder ser Black Label) y en la compañía de un gran grupo de amigos. Pues bien, una de las cosas que siempre me ha llamado la atención es que es muy raro que una velada de esta índole no se hable de sexo al menos una docena de veces, si no más. No se digan cosas que se piensan y, sobre todo, no se piensen muy bien las cosas que se dicen. Que nadie se me moleste, y si por esto voy al infierno, pues que le voy a hacer. Soy un trabajador de 40 horas semanales o más. El infierno lo tengo garantizado.
Nunca he entendido porque la gente reprime la sensación de gustar o ser gustado aunque tengamos pareja estable. Cuando estamos con alguien del sexo contrario manteniendo una conversación, ha de existir factores que nos permitan continuar con esa conversación. Lo contrario no tendría sentido, no te vas de cena y de copas con gente a la que no soportas y necesitamos sentir esa sensación para reforzar nuestro ego. Y no es nada malo caray, hay que darle nombre a las cosas, eso nos encanta a los humanos, y una realidad que tengo muy contrastada es esta que cuento. Pongo un ejemplo: imaginemos una fiesta entre cuatro o cinco parejas de amigos en una casa de campo. Ha habido barbacoa con abundantes litros de cerveza, buena carne a la brasa y una de nuestras amigas especialistas en postres se ha sacado de la manga un tiramisú casero de esos que te hacen creer ciegamente que existe un más allá. Después de la cena, unos cuantos cubatas y un poco de música (hasta aquí supongo que todo el mundo se ha sentido identificado, de lo contrario replantearse la vida que se lleva no estaría de más). Como se suele decir estamos en ambiente (o se nos ha calentado el “torrao”, según se prefiera) y tenemos una piscina donde bañarnos. Pues al agua vamos. Seguimos bebiendo, riendo, contando chistes y sintiéndonos los reyes del universo por momentos. Son situaciones de plena satisfacción, necesarias y sanas, siempre y cuando no se acabe en urgencias con un coma etílico, entendámonos. Estas dispersiones dan pie a todo tipo de fantasías, sueños imposibles de cumplir, propósitos que al día siguiente nos parecen una caricatura y una hermandad que difícilmente se logra en estado sobrio. De ahí radica su magia y poco importa el entorno, lo que importa es la situación y alcanzar ese estado.
He de comentar que en estas situaciones he vivido experiencias de lo más variopintas y, en ocasiones, algo bochornosas incluso siendo yo el protagonista de ellas, pero que le vamos a hacer, siempre y cuando no se cruce la delgada línea roja y seamos gente de bien, al día siguiente solo tienes que pagar tu deuda con la sociedad en modo de burlas y algún que otro comentario que nos pinta la cara. Sigue sin pasar nada, el recurso maravilloso de decir: “uf, no me acuerdo de nada desde que me tome el quinto mojito” es muy recurrente y todos lo entiende, porque todos hemos pasado por ahí. Y repito, si alguien no lo ha vivido, ya está tardando.
Y por fin he llegado al punto que quería, a lo que acabo de nombrar como la delgada línea roja. Doy por hecho que la mayoría somos gente de bien y no la traspasamos. Hay personas que sí, y como ha de haber de todo pues ahí están. Pero el meollo de la cuestión es el siguiente: de poder cuantificarse, ¿cuántas veces en el trascurso de la situación descrita hemos caído en el pecado capital de la lujuria? Hay que pensarlo un momento, o ni siquiera, porque si somos honestos con nosotros mismos, y de eso se trata cuando alguien lee algo como lo que estoy escribiendo, reconoceremos que mentalmente hemos pasado esa línea roja con más de un miembro del sexo opuesto (o del mismo) de los presentes, y no necesariamente con nuestra pareja. De hecho, doy por supuesto que no es con nuestra pareja. Esto nos convierte, de facto, en candidatos para el infierno o en carne de hoguera.
Lo grande de esto es que no pasa nada. Nuestras vidas siguen y lo que se ha de romper, se rompe. Y lo que ha de surgir, surge. No podemos condenar lo que nos hace humanos y los sentimientos lujuriosos son parte de nuestra naturaleza. Para evitar que la sangre llegue al río tenemos la conciencia y para las noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno. Buena lujuria a todos.

"Ira, orgullo, envidia, gula... Lleva usted cuatro de los siete pecados capitales en dos minutos. ¿Registran ustedes los récords? ¿Hay Católicoolimpiadas?" (Doctor House a una monja)