"Si tomas la pastilla azul fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las Maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos"
Morfeo Dixit (Matrix)
Esta gran frase, gran speech o como queramos llamarlo, personalmente creo que es una de las mejores maneras de definir una decisión a tomar. Es, de facto, una manera muy elegante de poner a alguien delante de una encrucijada.
Hay momentos en la vida que se recuerdan el resto de nuestros días. Los momentos, de tan variopintos, pueden llegar a ser inclasificables. Y dentro de una distinción entre lo personal y lo laboral, de sobra se sabe que las decisiones que tomamos en uno de los dos ámbitos afectan, ¡y de qué manera!, al otro. Por eso me da tanto coraje (cabreo, indignación, etc.) frases típicas y tópicas tales como: “Esto no es nada personal, son solo negocios” o “no dejes que lo laboral te afecte a lo personal” o, yo que sé. Seguro que se nos podrían ocurrir un par de docenas de frases como estas. Y digo esto por la sencilla razón de que todo, y repito, TODO en esta vida es personal. Sencillamente porque no somos máquinas capaces de abstraer una serie de sensaciones que te llegan a uno de los dos ámbitos básicos de la vida, del otro ámbito. Porque no somos capaces de convertir en código binario lo que nuestro corazón nos dice. Sencillamente, porque el tan nombrado feeling no se compone de ceros y unos.
Admiro a las personas que ponen toda la carne en el asador y rinden al máximo tanto en casa como en el trabajo, pero decir que eso es difícil es quedarse corto. Tenemos un mal día con un par de clientes y nos cuesta un mundo cambiar de cara al llegar a casa. Tenemos una mala tarde en casa y nos cuesta diez mundos hacer nuestro trabajo con la cabeza fría. Esto es, básicamente, porque somos seres emocionales y, voy más allá: tenemos sentimientos contradictorios. Un perro o te idolatra porque eres su amo o te muerde porque eres su enemigo, pero si es tu mascota jamás se le ocurrirá (a no ser que enloquezca) morder la mano que le da de comer. Incluso aunque lo estés matando a golpes. Los seres humanos somos de otra pasta. Nos movemos por sentimientos que chocan entre ellos. Un mismo día podemos levantarnos amando a nuestra pareja, discutir al medio día, pensar en volver con mamá llevándonos nuestro pc y nuestra colección de cd’s a media tarde y reconciliarnos con una cena y una botella de vino por la noche. Si este comportamiento fuera analizado por una máquina nos declararía obsoletos al instante y aconsejaría seriamente dejar de fabricar unidades similares o, por lo menos, eliminar parte de nuestro cerebro, en concreto el sistema límbico.
¿A dónde quiero ir a parar con todo esto?. Pues al título de esta entrada: a la encrucijada. La vida se compone de un sinfín de decisiones que nos lleva a un sinfín de caminos distintos. Mi sincera opinión es que da igual cual de las dos pastillas escojas siempre y cuando esa pastilla sea lo que deseas y te lleve a donde quieres, o al menos te deje cerca. Esta frase tan simple puede convertirse en la decisión más compleja jamás tomada, pero si somos capaces de separar el trigo de la paja nos daremos cuenta que nada es para tanto.
Nuestros condenados sentimientos encontrados convierten decisiones sencillas en auténticos cataclismos para nosotros y nuestro entorno. En estas ocasiones la navaja de Occam se hace especialmente útil: “cuando tienes dos teorías en igualdad de condiciones, la más sencilla suele ser la correcta”.
Simplifiquemos, aunque sea difícil, y hasta puede que te encuentres en disposición de zamparte las dos pastillas.