miércoles, 19 de enero de 2011

Por un plato de sopa


Ha pasado ya muchas veces, tantas que sería imposible recoger todos los testimonios. Esta maldita crisis que hemos provocado los ciudadanos de a pie por querer vivir como si fueramos ricos, traspasa las fronteras de lo racional, de lo lógico y del sentido común. En un tiempo en el que la ausencia de valores se está convirtiendo en un valor en sí mismo, nos encontramos con que la vieja España, la de aquellos años de postguerra, retorna en algunas facetas con mucha fuerza. Con grandes salvedades gracias al paso de los años, pero la misma esencia en el fondo. Me explico:
Hubo un tiempo en el que es este bendito país era imposible poner un plato caliente en la mesa si antes el padre de familía no había trapicheado con algo, sustraido algún objeto para revenderlo, robado una gallina o, en el caso de las mujeres, vender su cuerpo al mejor postor. Era la única manera que había de sobrevivir para un sector de la población sin un destino claro en la vida. Solo había una premisa: llenar la boca de la enorme prole que se estilaba por la época (entorno a 7 hijos de media). Tal cosa se convertía en un life motive del que era difícil escapar y fiel reflejo de ello fue la gran novela de Cela "La Colmena" donde se retrata, en una postguerra tremenda, todo de lo que era capaz la gente con tal de sobrevivir. Se organizaban reuniones clandestinas donde se intercambiaban objetos por dinero o especias. Se hacían planes de futuro que no llegaban hasta el final de la semana. Los más hábiles e inteligentes empezaban a ver las opciones que tenían los estraperlos continuados, y todo por un único fin.
El fin, el mencionado: un puto plato de sopa.
Esos ecos del pasado, que vemos hoy en día casi como una anecdota de otro siglo, retorna a la actualidad con serios matices, pero con una esencia bien clara. Todo el mundo sabe que en la mayor empresa de españa, el Inem, hay inscritos más de cuatro millones de parados. Personas con ingresos tan limitados que es imposible que puedan pagar la casa, el teléfono fijo, la conexión a internet, el coche de papa, el coche de mama, la moto del hijo, la de la hija, los ipods, las vaciones de verano en los fiordos noruegos, las paellas del domingo en el restaurante, el gimnasio, el fisio, los caprichos del Decathlon, los caprichos de la Fnac, las compras en los chinos, los juguetes que casi todos los días hay que comprar al chiquillo, la peluquería, el Mediamarkt, el móvil de nueva generación, el nuevo móvil de la nueva nueva generación, los estrenos de cine y la madre que los parió a todos.
Esta analogía que planteo me lleva a la siguiente tesitura: es cierto que no se puede seguir así, con esta crisis espantosa, pero mucha mas cierto es que a pesar de tantos parados y de que el consumo decrece mes tras mes, es imposible encontrar una mesa libre en un restaurante el domingo, por lo mismo que es imposible ver vacio el Mediamarkt. ¿Entoces que ocurre? Nada, como siempre. ¿Que nos vamos a ir al paro? No pasa nada, se sigue trabajando en b y se cobra el paro, porque todo lo que he citado anteriormente hay que seguir pagando. ¿Que el gobierno dice que va a hacer esto o recortar lo otro? No pasa nada, el miércoles por la tarde me voy a hacer pilates ¿Que se prohibe el tabaco en los bares? No pasa nada, despedimos a los culpables, los camareros y arreglado ¿Que no llego a fin de mes? No pasa nada, voy a estrenar tele de plasma ¿Que se conjelan las pensiones y los funcionarios cobran menos? No pasa nada, ya he reservado vuelo para Punta Cana ¿Que la nevera está vacia? Hay hijo mio, me ha tocado pasarme por cáritas a recoger unos litros de leche y pan de molde.
Disculpa la ironía, no quiero herir sentimientos, pero hace falta un poco humor negro en todo esto. En tiempos de crisis, los comportamientos pseudo-ilícitos están aceptados porque el interés común siempre supera al interés particular. Bien cierto es que hay miles de personas que realmente están perdiendo sus posesiones más preciadas por culpa del demonio (porque nunca nos podemos culpar a nosotros mismos, nos obligaron a firmar a punta de pistola esa hipoteca de 400.000€ a 60 años los muy cabrones) y que su historia personal no es para tomárselo a risa. Pero como bien he dicho, esos son unos miles de personas, ni mucho menos más de cuatro millones. Eso no se lo cree ni un niño de 3 años. Viví en primera persona toda una peregrinación un domingo de las pasadas navidades. Hasta 3 restaurantes tuve que tocar a la puerta para ver si tenían a bien acogerme y darme una mesa para 3 personas (mi mujer, mi hijo de 8 años y yo) y a la tercera fue la vencida. Desde las 13:30 que empezamos a buscar hasta las 15:30 horas que me sentaba por fin a comer, rodeado de un montón de familias en crisis que degustaron abundantes alimentos, regados de abundantes bebidas, para terminar pagando una abundante cuenta. Si me hubiera levantado de la mesa y hubiera preguntado cuántas personas de las presentes estaban en la nómina del Inem, seguramente la mitad levantarían la mano. Que cada uno puede hacer con su vida y su bolsillo lo que quiera ¡por supuesto! pero eliminemos el cinismo de nuestros discursos y pongamos en un aprieto de verdad a quienes nos dirigen.
En aquella época de la postguerra de la que antes hablaba, la gente mataba por un trozo de pan, y era literal. O comía yo o comías tú. O moría yo o morías tú. En ese terrible contexto todo estaba justificado por una simple razón: era verdad. Hoy en día no lo es. Estamos viviendo la peor crisis financiera de la historia de la humanidad y sigue sin pasar nada, porque el estado del bienestar nos ha educado tan bien que nos permite seguir manteniendo la mayor parte de nuestro modo de vida aunque para ello tengamos que estrujarnos los sesos, pero al final el dinero sale, aunque eso suponga estrujarle la teta a un sistema inventado para que se la estrujemos.
Está muy bien pregonar que queremos que cambien las reglas del juego sin querer asumir las consecuencias de esas reglas. Está muy bien trabajar en negro para que el empresario no page por nosotros la seguridad social, haciendo lo mismo y cobrando 2 sueldos. Está genial que el empresario te pueda deber 2 nóminas de por vida y no poder hacerle nunca nada. Para eso están esas reglas, para que las usemos. Eso si, que la frase nunca falte: la cosa está muy mal y no se como vamos a hacerlo este mes. Frase de cabecera que he oido por doquier.
Creo que lo dejo aquí, tengo que irme a por mi nuevo MP5.