miércoles, 27 de abril de 2011

Champions vs. Spartacus


Se acabó la Semana Santa edición 2011. Según los pesimistas la penúltima, ya que el año que viene llega el fin del mundo tal y como predicen los Mayas. Pero eso no viene al caso ahora. Acabadas las mini vacaciones volvemos al día a día. Primero con la triste realidad que nos deja el tiempo, me refiero al atmosférico, porque vaya días de mierda que hemos tenido y que sol radiante hacía ayer. Eso debe ser cosa de la crisis y seguro que algo tiene que ver ZP con todo esto. Estoy visualizando algún oscuro despacho en Moncloa y aledaños donde unos sesudos señores deben haber decidido que si en época estival, como la Semana Santa, propagamos mal tiempo, la gente contraerá el gasto, aumentará el ahorro y dejará saldo en las cuentas bancarias. ¡Que los señores banqueros están muy necesitados! Y a la vuelta de las vacaciones soltamos el Sol y a producir con alegría. Al fin y al cabo unas vacaciones pasadas por agua están mejor vistas que un día de trabajo con tormenta.

Asuntos meteorológicos aparte, volvemos a nuestras vidas y a nuestros problemas. Y en este bendito país, uno de los más importantes asuntos a tratar (por no decir el que más) es el fútbol. Después de un empate a nada en liga y una victoria blanca en la Copa del Rey, llega el enfrentamiento definitivo, la madre de todas las eliminatorias, el sentido de la vida de algunos, el negocio suculento de otros, el simple entretenimiento de masas para la mayoría y una jornada de trabajo más para los participantes.

No soy de los que piensan que con todos los problemas que tenemos por qué perdemos tanta energía en esto. Soy partidario del “pan y circo” porque es necesario. Porque el estado de ánimo es un baremo que condiciona todo lo demás en nuestras vidas. La posibilidad de la aniquilación del eterno enemigo nos da un chute de optimismo y expectación que nos ayuda a continuar. Y por si fuera poco, por partida doble en esta Champions League. Claro que es un negocio para la Uefa, y para los clubes, incluso para los jugadores de futbol, los nuevos gladiadores de nuestra época. Pero también es todo lo demás, también es uno de los mejores divertimentos que existen, es el sumun de las competiciones, donde siempre hay en juego más que un resultado. No voy a seguir por ahí, que me parezco ya a un columnista del Marca o del Sport.

Me quedo con los jugadores, los nuevos gladiadores como he dicho. Hoy en día, gracias a la perspectiva que nos da la historia, vemos el asunto de los gladiadores de la antigua Roma como un espectáculo grotesco propio de animales en vías de civilizarse. ¿Cómo es posible que la gente disfrute con esas carnicerías? Pues porque es así, es cierto y no ha variado nada en los últimos 2000 años. Véase el ejemplo de la aclamadísima serie “Spartacus: Sangre y Arena” y su precuela “Spartacus: Dioses de la Arena” de la cadena Starz, emisora que está recogiendo el testigo de la grandiosa HBO en cuanto a producciones de gran calidad. En esos capítulos (para los que no la hayan visto, ya están tardando. Estómagos frágiles abstenerse) se recoge la mayor cantidad de sangre y violencia por minuto filmado que haya visto en muchos años. Sin llegar a ser del género gore, para eso hay que comer tripas y demás lindezas, es violenta, desmembradora, exagerada y sanguinolenta a más no poder. En el plano sexual tampoco se queda corta, con escenas más que explícitas. En analogía con lo que he escrito más arriba, he de decir que el sentimiento que te embarga viendo esta producción es el de querer un poco más. Esperar a la próxima escena a ver como masacran al siguiente contrincante de Spartacus o de Crixo, el Campeón de Capua. Hasta mi mujer, bastante timorata para este tipo de series o películas, disfrutó viendo las peleas y los litros de sangre. Y uno llega un momento que se pregunta, ¡coño!, ¿en qué hemos cambiado? Si, si, vale. Es ficción, es un espectáculo y los Derechos Humanos (Human Rights para que tenga más empaque) lo prohibiría hoy en día. Siempre para las grandes masas, porque al nivel de una república bananera mejor no hablar.

Seguimos disfrutando como animales que somos, de las animaladas que se nos ocurren. Descubramos las 7 diferencias/coincidencias entre las luchas de gladiadores y el futbol de nuestros días:

1º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Luchaban por ser el campeón y recibir la rudius, o espada de madera que les daba la libertad y la inmortalidad.
  • Futbolistas: Juegan por recibir el balón de oro o el Fifa World Player que les de la libertad financiera definitiva y la inmortalidad.

2º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Se entrenaban sin descanso porque de lo contrario morirían en la arena y nadie les recordaría.
  • Futbolistas: Se entrenan sin descanso para poder jugar o mueren en las categorías inferiores hasta llegar al olvido.

3º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Las grandes y adineradas mujeres de la época querían contar son sus favores sexuales. Daba caché y además pasaban un muy buen rato.
  • Futbolistas: ¿Es necesario que explique lo que algunos futbolistas hacen con las modelos y lo que otras mujeres pretenden hacer con los futbolistas?

4º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Podían acumular riqueza suficiente como para comprar su libertad, obtener la independencia económica y vivir de las rentas el resto de sus vidas. Muchos dilapidaban su fortuna en mujeres y alcohol hasta que acababan tirados en la parte de atrás de algún sucio burdel.
  • Futbolistas: Algunos llegan a acumular tanta riqueza sin saber hacer la O con un canuto, que lo único que les queda cuando envejecen, es hacer el canuto pero para otra cosa. Todos conocemos ejemplos de esto.

5º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Tenían un lanista (dueño de los gladiadores) y un Dottore (entrenador de los gladiadores) que los cuidaba, entrenaba y hablaba por ellos hasta conseguir obtener el mayor beneficio posible.
  • Futbolistas: ¿Qué tienen los futbolistas en el club donde trabajan?

DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: Cuando salían a la arena la gente les animaba enfervorizada, deseando que mutilase y masacrase a su rival, como fuera, con los métodos que fueran, siempre y cuando saliera victorioso. La gente se metía en peleas por coger un buen sitio y no dudaba en darse de puñetazos con alguien que criticara a su gladiador favorito.
  • Futbolistas: Cuando saltan al césped la gente les anima enfervorizada, deseando que driblen, marquen golazos. Un defensa siempre se plantea que pase la pelota pero no el delantero. La gente se mete en peleas por coger un buen sitio y… creo que el resto me lo puedo ahorrar.

7º DIFERENCIA/COINCIDENCIA

  • Gladiadores: No importaban absolutamente nada. Eran esclavos. Si morían en la arena se sustituían por otro y a seguir. Lo que importaba era su cuenta de resultados y el beneficio que se podía sacar de ellos. Si de paso ganaban y se hacían famosos, pues mejor.
  • Futbolistas: Es triste pero es así. Muchos, apuntando grandes maneras, han visto sus carreras truncadas por lesiones que les han provocado, por sobreesfuerzos, sobreentraniento o defensas con la pierna muy suelta. No pasa nada, a rey muerto rey puesto. Se busca al nuevo valor y a vender camisetas. Si el pobre chaval muere en el intento, peor para él.

Esta apología que he escrito, bastante larga por cierto, no quiere poner en la picota al futbol, sino poner negro sobre blanco una impresión que tengo. El espectáculo debe continuar, contigo o sin ti, ya que el pan y circo es necesario y deseable. Los gladiadores de nuestro tiempo se batirán en duelo esta noche en un primer asalto y será un combate a muerte. Por suerte aquí no hay muertos al instante ni sangre a borbotones, faltaría más. Aquí solo hay diversión, merchandising, derechos de televisión, entradas carísimas, reventa aún más cara, camisetas, bufandas, banderas, comida rápida, negocios aledaños que hacen su agosto, aerolíneas, autobuses para desplazar a la afición, fuerzas de seguridad movilizadas, aficiones que se pelean, celebraciones con alcohol y otras cosas y, sobre todo, dinero, dinero y dinero.

Que disfrutéis del partido.

miércoles, 19 de enero de 2011

Por un plato de sopa


Ha pasado ya muchas veces, tantas que sería imposible recoger todos los testimonios. Esta maldita crisis que hemos provocado los ciudadanos de a pie por querer vivir como si fueramos ricos, traspasa las fronteras de lo racional, de lo lógico y del sentido común. En un tiempo en el que la ausencia de valores se está convirtiendo en un valor en sí mismo, nos encontramos con que la vieja España, la de aquellos años de postguerra, retorna en algunas facetas con mucha fuerza. Con grandes salvedades gracias al paso de los años, pero la misma esencia en el fondo. Me explico:
Hubo un tiempo en el que es este bendito país era imposible poner un plato caliente en la mesa si antes el padre de familía no había trapicheado con algo, sustraido algún objeto para revenderlo, robado una gallina o, en el caso de las mujeres, vender su cuerpo al mejor postor. Era la única manera que había de sobrevivir para un sector de la población sin un destino claro en la vida. Solo había una premisa: llenar la boca de la enorme prole que se estilaba por la época (entorno a 7 hijos de media). Tal cosa se convertía en un life motive del que era difícil escapar y fiel reflejo de ello fue la gran novela de Cela "La Colmena" donde se retrata, en una postguerra tremenda, todo de lo que era capaz la gente con tal de sobrevivir. Se organizaban reuniones clandestinas donde se intercambiaban objetos por dinero o especias. Se hacían planes de futuro que no llegaban hasta el final de la semana. Los más hábiles e inteligentes empezaban a ver las opciones que tenían los estraperlos continuados, y todo por un único fin.
El fin, el mencionado: un puto plato de sopa.
Esos ecos del pasado, que vemos hoy en día casi como una anecdota de otro siglo, retorna a la actualidad con serios matices, pero con una esencia bien clara. Todo el mundo sabe que en la mayor empresa de españa, el Inem, hay inscritos más de cuatro millones de parados. Personas con ingresos tan limitados que es imposible que puedan pagar la casa, el teléfono fijo, la conexión a internet, el coche de papa, el coche de mama, la moto del hijo, la de la hija, los ipods, las vaciones de verano en los fiordos noruegos, las paellas del domingo en el restaurante, el gimnasio, el fisio, los caprichos del Decathlon, los caprichos de la Fnac, las compras en los chinos, los juguetes que casi todos los días hay que comprar al chiquillo, la peluquería, el Mediamarkt, el móvil de nueva generación, el nuevo móvil de la nueva nueva generación, los estrenos de cine y la madre que los parió a todos.
Esta analogía que planteo me lleva a la siguiente tesitura: es cierto que no se puede seguir así, con esta crisis espantosa, pero mucha mas cierto es que a pesar de tantos parados y de que el consumo decrece mes tras mes, es imposible encontrar una mesa libre en un restaurante el domingo, por lo mismo que es imposible ver vacio el Mediamarkt. ¿Entoces que ocurre? Nada, como siempre. ¿Que nos vamos a ir al paro? No pasa nada, se sigue trabajando en b y se cobra el paro, porque todo lo que he citado anteriormente hay que seguir pagando. ¿Que el gobierno dice que va a hacer esto o recortar lo otro? No pasa nada, el miércoles por la tarde me voy a hacer pilates ¿Que se prohibe el tabaco en los bares? No pasa nada, despedimos a los culpables, los camareros y arreglado ¿Que no llego a fin de mes? No pasa nada, voy a estrenar tele de plasma ¿Que se conjelan las pensiones y los funcionarios cobran menos? No pasa nada, ya he reservado vuelo para Punta Cana ¿Que la nevera está vacia? Hay hijo mio, me ha tocado pasarme por cáritas a recoger unos litros de leche y pan de molde.
Disculpa la ironía, no quiero herir sentimientos, pero hace falta un poco humor negro en todo esto. En tiempos de crisis, los comportamientos pseudo-ilícitos están aceptados porque el interés común siempre supera al interés particular. Bien cierto es que hay miles de personas que realmente están perdiendo sus posesiones más preciadas por culpa del demonio (porque nunca nos podemos culpar a nosotros mismos, nos obligaron a firmar a punta de pistola esa hipoteca de 400.000€ a 60 años los muy cabrones) y que su historia personal no es para tomárselo a risa. Pero como bien he dicho, esos son unos miles de personas, ni mucho menos más de cuatro millones. Eso no se lo cree ni un niño de 3 años. Viví en primera persona toda una peregrinación un domingo de las pasadas navidades. Hasta 3 restaurantes tuve que tocar a la puerta para ver si tenían a bien acogerme y darme una mesa para 3 personas (mi mujer, mi hijo de 8 años y yo) y a la tercera fue la vencida. Desde las 13:30 que empezamos a buscar hasta las 15:30 horas que me sentaba por fin a comer, rodeado de un montón de familias en crisis que degustaron abundantes alimentos, regados de abundantes bebidas, para terminar pagando una abundante cuenta. Si me hubiera levantado de la mesa y hubiera preguntado cuántas personas de las presentes estaban en la nómina del Inem, seguramente la mitad levantarían la mano. Que cada uno puede hacer con su vida y su bolsillo lo que quiera ¡por supuesto! pero eliminemos el cinismo de nuestros discursos y pongamos en un aprieto de verdad a quienes nos dirigen.
En aquella época de la postguerra de la que antes hablaba, la gente mataba por un trozo de pan, y era literal. O comía yo o comías tú. O moría yo o morías tú. En ese terrible contexto todo estaba justificado por una simple razón: era verdad. Hoy en día no lo es. Estamos viviendo la peor crisis financiera de la historia de la humanidad y sigue sin pasar nada, porque el estado del bienestar nos ha educado tan bien que nos permite seguir manteniendo la mayor parte de nuestro modo de vida aunque para ello tengamos que estrujarnos los sesos, pero al final el dinero sale, aunque eso suponga estrujarle la teta a un sistema inventado para que se la estrujemos.
Está muy bien pregonar que queremos que cambien las reglas del juego sin querer asumir las consecuencias de esas reglas. Está muy bien trabajar en negro para que el empresario no page por nosotros la seguridad social, haciendo lo mismo y cobrando 2 sueldos. Está genial que el empresario te pueda deber 2 nóminas de por vida y no poder hacerle nunca nada. Para eso están esas reglas, para que las usemos. Eso si, que la frase nunca falte: la cosa está muy mal y no se como vamos a hacerlo este mes. Frase de cabecera que he oido por doquier.
Creo que lo dejo aquí, tengo que irme a por mi nuevo MP5.